miércoles, marzo 01, 2006

La historia Interminable



Algo que nunca había podido hacer es releer un libro, me refiero a releerlo completo, al ya conocer la trama, me desesperaba y lo botaba. Si bien muchas veces me remito a frases, párrafos o capítulos una y otra vez.

Esta es la primera vez que lo hago y fue La historia sin fin (Die unendliche selchichte), de Michael Ende, escritor alemán nacido en 1929 y muerto en 1995, prolífico en cuanto a fábulas de fantasía se trata.

Este libro fue mi primer libro en forma, si quitamos todos los libros ilustrados para niños que leía. Me lo regaló un tío en Diciembre de 1990. Cuando aún estaba cursando la escuela primaria (ya en el último año). Hacía poco tiempo que la película del mismo nombre se había estrenado y movido por la curiosidad de una película que puedo colocar dentro de mis primeras en orden de favoritas, devoré el libro en pocos días y así como la película, dejo un buen sabor de boca (o será de ojos) en mi.

Sin embargo me prometí que nunca dejaría que Fantasía muriera dentro de mi. Diez y seis años después, encontrándome con el día a día del trabajo, donde los ideales parecen ser tonterías para los demás y el peso del dinero lo mueve todo, donde los adultos responsables deben de tener los pies en la tierra, en este momento, tuve la necesidad de volverlo a leer, pues temía que Fantasía estuviera muriendo dentro de mi.

Llevaba ya varias semanas postergando su lectura, pues temía que al terminar de leerlo me dijera “que libro tan infantil” y que ya no me llenara como lo hizo antes, eso significaría que esa parte de mi habría muerto y ese temor me contenía a tomar las ya amarillentas páginas del libro.

Y ahora que me hacen vestir, con traje negro y corbata, y me llaman responsable, sonrío yo para dentro, pues se que no soy un adulto de esos que por las noches se sientan ante la tele para ver el big brother, pues pertenezco a otra clase, tal vez de locos o niños, cuyo mundo es diferente... Al final lo tomé y me fui adentrando en su lectura, como lo hacia de niño, vi con agrado que mi reino no es de este mundo, es del mundo de los sueños y la esperanza. El mundo de todos los días, el mundo real, pero bañado con sueños, ilusiones, esperanzas e imaginación que nos dan nuestra libertad y son lo que nos hace humanos. Lo que impiden que estemos alienados por un entorno asfixiante intelectualmente.

Sin embargo, también cargué con tristeza, pues aunque lo acabé y no lo boté a la mitad, esa alegría y esperanza que de niño me causó no fue igual. Si, he crecido, y si esa barrera está ya dañada por “la vida real” pero me resisto a perderme en la inmensidad del actuar social, donde los sueños, ideales y valores se vean corrompidos.

“Recuérdalo, pequeño, que nunca nadie ose robarte tus sueños”

El libro es bastante bueno, llevándonos a la paradoja donde el lector y el personaje se vuelven uno, dando reflexiones sobre nuestros ideales, imaginación, sueños, metas y verdaderos deseos.

Al final los dejo con este extracto del libro, que me parece increíble:

"Las pasiones humanas son un misterio, y a los niños les pasa lo mismo que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas.
Hay hombres que se juegan la vida para subir a una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, puede explicar realmente por qué.
Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa... o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serían felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos. En resumen: hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay. La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros

Quién no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las ojeras ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidando del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido....
Quién no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces.

Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión, venía deseando: ¡Una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros!"

-MICHAEL ENDE, LA HISTORIA INTERMINABLE

Yo pude comprender a Bastian y lo sigo haciendo, espero que eso dentro de mi nunca muera.